viernes, 24 de marzo de 2017

Moda Gastronómica

En la entrada de esta semana nos hemos dejado llevar por la corriente gastronómica. Vaya por delante que un servidor "no sabe comer" y que prefiere la contundencia de un plato por su cantidad y no por su esquisitez. Pero eso no quita para admirar el trabajo que otros desempeñan.
Aquí nuestros escritores se ponen en la piel de personas que luchan por un sueño: ser el mejor en su trabajo. Espero que no dejen nada en el plato.

EL HOMBRE COMIDA
Otra vez le había pasado exactamente lo mismo que las tres últimas veces. Gonzalo, por más que lo intentaba, no era capaz ni de freír un huevo; pero eso no le desanimaba. Desde que era pequeño practicaba en casa de su abuela, en el colegio, en su casa, en casas de sus amigos y familiares, pero cada vez que una persona probaba su comida se ponía enfermo de gastroenteritis. Hasta que una vez incendió su casa y decidió dejar de lado la gastronomía.
Visto en http://tapasmagazine.es/
Al día siguiente, cuando se despertó, se encontraba pegajoso y se dio cuenta de que está empapado en kétchup y en mostaza, estaba muy extrañado pero no le dio la menor importancia ya que era sonámbulo, al ir a la cocina se fijó que las salsas respectivas a las que aparecieron en su cama, no habían bajado de nivel y era raro ya que era una cantidad considerable pero decidió pensar en otra cosa ya que era problemas secundarios. A la hora de comer le contó lo ocurrido a su abuela que era como su segunda madre y al ver la cara de circunstancia le preguntó qué la pasaba. Su abuela, ya harta de esconder secretos, le contó que tenía un don que solo se heredaba cada dos generaciones, por eso su madre no lo tenía y el sí. Su abuela le obligó a hacer un juramento diciendo que no se lo podía contar a nadie.
Gonzalo empezó desde ese mismo día a practicar con su poder. Se dio cuenta de que la comida que salía de sus manos era mil veces mejor que la normal, incluso una simple manzana. Desde ese mismo día creó un chiringuito de comida y al ver que tenía tanto éxito a los cinco años montó su propio restaurante y cinco meses después consiguió seis estrellas Michelín y se transformó en el mejor cocinero del mundo.
Gabriel Quesada Lobo (2º ESO)

UN HUEVO CON PATATAS
-¡Un huevo con patatas, por favor!
-¡Oído cocina!
Y con mucha calma nuestro cocinero preparó las patatas, sacó las setas para realizar una guarnición según indicaba la receta de la casa, eligió el mejor huevo de todos, cortó unas láminas de jamón serrano y los descargó cada uno en su sitio; frío las patatas, cocinó las setas, hizo el huevo y lo emplató todo con un gran toque de arte: eso era gastronomía.
Gabriel Pérez-Miranda Mata (1º ESO)

EL CONFITERO
Érase una vez un hombre que vivía en el año 1825. Vivía en una buhardilla pequeña en el centro de Londres. En la pequeña buhardilla tenía una cama pequeña, una cocina en la cual pasaba mucho tiempo y también una silla de abeto, situada enfrente de su chimenea que, como una más, teñía de gris el cielo de Londres.
En esa pequeña silla se sentaba a leer y releer las antiguas recetas de su madre y su abuela repasando las recetas que utilizaba en su trabajo. Él era un humilde confitero que trabajaba en una confitería a tres manzanas de su buhardilla. El confitero era un hombre que era de estatura alta, un hombre con las extremidades finas, las cuales le habían concedido una gran habilidad en la cocina.
De pequeño, sus padres pertenecían a la clase alta y le obligaban a tocar el piano, porque decían que esos dedos podían hacer más rica a la familia. Pero el primogénito tenía otros planes. Trabajando en una fábrica de betunes, consiguió el dinero para comprase una buhardilla en el centro de Londres.
Cada día trabajaba desde el alma hasta el crepúsculo para conseguir las mejores  mermeladas de todo Londres. Un día un renombrado terrateniente pasó por la confitería del confitero. El terrateniente le pidió una mermelada de mora, le pagó y se marchó.
Días más tarde, nuestro confitero fue a comprar el periódico. Él se sorprendió porque en la primera plana apareció un artículo sobre su confitería, con una entrevista al terrateniente. ¡La mermelada le encantó!
Gracias a ese artículo muchos lugareños empezaron a ir a la confitería. De esta forma el confitero se hizo rico y famoso.
Fernando Herrera Villaseñor (1º ESO)

LA MODA GASTRONÓMICA
Soy Jean Pierre Romain, y soy el denominado “mejor” cocinero del mundo. Actualmente no tengo un trabajo “fijo”, trabajo en diferentes concursos a lo largo y ancho del mundo, también tengo una cadena de restaurantes que es la más conocida del planeta. Hoy voy a contaros cómo empezó todo…
Yo era un niño al que le encantaba tanto comer, como cocinar. Mi gran sueño de pequeño era convertirme en un cocinero como Ratatouille, el cocinero de la famosa película de Disney. Me acuerdo de que, cuando era pequeño, en los veranos iba a casa de mi abuela para que me enseñase a cocinar las recetas tradicionales francesas. A mi abuela le encantaba que en verano fuese a su casa a verla.
José Jesús Benítez (1º ESO)

GIMENO Y SU GASTRONOMÍA
-¡Un bistec con guarnición de verduras!
-¡Oído cocina!
Gimeno es el nombre de nuestro cocinero, un hombre honrado y apetitoso.
-¡Gimeno, date prisa que los comensales empiezan a protestar!
-¡Ya va, ya va! - grita Gimeno -. Estos hombres no saben que un plato se prepara despacio, o como diría yo, a fuego lento.
-¡Gimeno o lo presentas ya o te ves de patitas en la calle!
Gimeno no responde.
-Gimeno, ¿te has quedado sordo con tanto grito, o que te pasa?
Gimeno sale de la puerta con el plato y lo entrega. El jefe tiene la cara de estar cabreado o como diría yo, como un tomate.
Gimeno piensa: "estos no se enteran de que lo que cocino yo es verdadera GASTRONOMÍA".
Noel Bezos Parra (1º ESO)

jueves, 16 de marzo de 2017

Es un secreto...

Ves que se acerca a ti, mirando a izquierda y derecha, tratando de disimular, como si nada pasara. Todo muy tosco. Pero cuando esa persona llega, se acerca a ti, tanto que descubres olores nunca antes perceptibles, y lo más cerca de tu oído empieza: "¡Shhh! No se lo cuentes a nadie, es un secreto". Y en ese momento dos fuerzas poderosas luchan en tu interior. Parafraseando a Shakespeare, contar o no contar, esa es la cuestión.
La imaginación de nuestros escritores va mucho más allá de esta dicotomía. Cuánto hay que aprender.

FUERA DE MI RINCÓN
El tímido sol del amanecer me acariciaba el rostro mientras recorría la calzada. Después de varios días caminando, mis piernas se resentían y mi estómago pedía comida a gritos. Había estado escondido de mi mismo por miedo al qué dirán. Ahora, lejos de falsos amigos y prisiones de prejuicios, el mundo se abría ante mí lleno de posibilidades, de esperanzas. Pero no se lo cuentes a nadie, es un secreto.
Samuel Castellanos Tamayo (3º ESO)

LA PUERTA DEL TIEMPO
- No se lo cuentes a nadie, es un secreto. Te acuerdas de las cuatro llaves que encontramos en correos y de la puerta que había detrás de la librería de mi cuarto; pues las encajé y las giré y se abrieron. Julia, la puerta se ha abierto. Si quieres, vente conmigo.
- No, quiero seguir con vida para mañana.
Al entrar en la puerta misteriosa, Gabriel estaba en una sala redonda, de piedra, donde había tres puertas, sin contar con la que daba a su habitación. Recordó el poema que venía con las llaves: de cuatro una la entrada es, dos si entras la muerte te espera, y una a tu salvación despega. Miró las puertas y encima de cada una había un animal, dos ya extintos, por lo que dedujo que llevaban a la muerte. Después de recapacitar unos minutos abrió la puerta en la que venía una jirafa. Al abrirla había unas escaleras que bajaban, al lado de la puerta había una antorcha y Gabriel la intentó quitar, pero no pudo y en su lugar se oyó un mecanismo que convirtió las escaleras en un tobogán. Cuando llegó abajo vio una nave, al subir se fijó que había un baúl. Al abrirlo cogió un cuaderno de bitácora y leyó un párrafo que decía: "He montado otra vez en la Metis y esta vez no sabía a dónde ir y decidí saludar a mi amigo el faraón".
Agarró el timón y dijo: "antiguo Egipto".
Gabriel, al terminar de leer, pensó que esa puerta se podría llamar "La puerta del tiempo".
Gabriel Quesada Lobo (2º ESO)

EL ROBO
"No se lo cuentes a nadie, es un secreto", me dijo mi madre que había guardado una moneda debajo de la almohada de mi hermana. Me dijo que cuidara bien de la moneda, porque era el primer diente que se le caía. Mi hermana ya estaba dormida, así que no se iba a dar cuenta hasta despertar y mis padres se habían ido a cenar a alguna parte. Y yo tenía que cuidar de la casa. Me fui al salón a ver la tele y me di cuenta de que la  puerta se había cerrado. Fui corriendo a ver si había pasado algo, y me di cuenta de que la moneda no estaba. Enfurecido, empecé a investigar de quién era la culpa. Cansado de buscar, cogí una moneda de mi hucha y se la puse. Ahora me debía dinero.
Stanis Yaruchyk (2º ESO)

UN SECRETO
Nadie sabe quién era. Nadie sabe qué era lo que le dijeron. Bueno, le dirían lo típico, lo de “no se lo cuentes a nadie que es un secreto”. Se sabe, aunque no a ciencia cierta, cuando se lo dijeron. Debía de ser el año 1944. Se sabía la indumentaria que llevaba. Aquel uniforme parduzco que lo catalogaba como uno de los más altos mandos de las SS. También se sabe su aspecto, era rubio, con una piel blanca como la nieve y unos ojos azules cual cielo de mayo. Solo se sabe que entró en aquel céntrico y lujoso hotel de Berlín y que salió portando en su mente el secreto de Estado que la historia destapó hace ya más de medio siglo. Los nazis iban a ser derrotados antes o después. También se sabe otra cosa concreta. Encontraron su cadáver en un pueblo de Polonia antes del fin de aquel año.
Juan Diego (3º ESO)

NO SE LO CUENTES A NADIE ES UN SECRETO:
Querido lector, quiero contarte algo que ocurrió hace poco tiempo.
Todavía me acuerdo del viejo Billy, un anciano que vivía en el pueblo al que yo voy a veranear todos los años. Nunca había visto a nadie con más sentido del humor; sin embargo, yo había visto mucha gente con ese don especial que tiene muy poca gente, el don de molestar mucho, aparte de que era muy cotilla.
Un día oí hablar a uno de los hombres más importantes del pueblo (porque era muy rico y vivía en una mansión muy grande a las afueras del pueblo) que iban a matar al viejo Billy, que, por cierto, a mí me caía muy bien.
El caso es que el viejo Billy un día desapareció y tres días después apareció en las afueras del pueblo con olor a tabaco y alcohol. Nos hizo pensar a todos que se había emborrachado y había muerto por algo raro que no me quisieron contar. El caso es que ellos no se fijaban en la sangre que tenía en la boca y en la tripa. Me acerqué para ver sus heridas. Descubrí que eran marcas profundas de puñal. 
El caso es que como el cotilla se había muerto me tocaba a mi ser el cotilla del pueblo. Me puse a investigar la muerte de mi antecesor y me enteré de que lo había matado el hombre rico.
Pablo Fernández Marinas (1º ESO)


No se lo cuentes a nadie, esto es un secretoJosé Jesús Benítez (1° ESO).
Ni lo cuentesJuan Ros Díaz (1º ESO).
LegadoBorja Luengo Molero (3º ESO).
La palabra descriptiva, David González (3º ESO).
Callejón sin salida, Noel Bezos Parra (1º ESO).
Animales domadosYago Reyero Martín (1º ESO).
El pañal, Gabriel Pérez-Miranda Mata (1º ESO).

viernes, 10 de marzo de 2017

¿Y el futuro?

¿A quién no le han preguntado alguna vez aquello de "qué quieres ser de mayor"? La de bomberos y astronautas frustrados que habrá en Mercadona... Fuera bromas, quien más y quien menos se ha preocupado alguna vez por su futuro, o por el futuro de la sociedad en general.
En esta ocasión hemos propuesto a nuestros escritores una historia ambientada en el año 2055. Disfruten de la ciencia ficción... y de profundas reflexiones.

D/E/S/O/L/A/C/I/Ó/N
Chicos, os pongo en situación: el mundo que conocíamos hace quince años ha cambiado. Al principio no sabíamos si para mejor o para peor.  Ahora está claro, todo lo que pensábamos que era verdad no lo es. No se ve ninguna solución y el mundo está en caos. Así que os escribo para que sepáis que yo, vuestro abuelo, estoy muy contento de que por fin tras tantos año de sufrimiento me pueda  ir de este mundo corrupto y violento y volver con vosotros, mis nietos. Vosotros que fuisteis arrebatados de mí demasiado pronto por el tifus no os merecíais eso, pero creo que mejor eso a lo que me depara el año 2055, una muerte por falta de oxígeno y calor.
Borja Luengo Molero (3º ESO)

AÑO 2055
Estaba sentado en el pupitre. Llevaba media hora trabajando en una práctica que nos había mandado. No entendía nada de lo que explicaba el profesor, así que miraba por la ventana la calle. Los coches llevaban una sola rueda. Lo único raro eran las casas, que tenían el tejado de cristal. Seguía mirando cuando en el cielo se empezaba a agrandar una circunferencia naranja. Le pregunté al profesor que era aquellos. La circunferencia empezó a agrandarse. Las personas de la calle miraban al círculo. Era una bola de de no se sabe qué. Cuando iba volando dejaba trozos rojos. La bola pasó tan cerca del colegio que notamos el calor. La clase parecía un horno. Había comenzado a sudar. El profesor dijo que saliéramos de la clase y fuéramos a la calle. Al salir preferí volver a meterme dentro del edificio. El calor del sol con la bola que acababa de pasar hacía que estuvieras asado. 
Por la calle empezó a llegar coches inmensos con ventiladores. Eran alrededor de diez coches. Al pasar producían mucho viento pero al rato volvía hacer calor. En el cielo aparecía otra vez la bola esta vez más cerca. Se acercó a una casa voladora y la destruyó. Pensé que la bola se quedaría en la casa y estallaría pero continuó moviéndose y destruyendo lo que se le ponía delante. Desaparecía y a los cinco minutos repasaba su órbita sin cambiar el sentido de su camino. Empecé a correr para escapar de la bola. Me monté en un autobús y el conductor arrancó. El conductor en vez de alejarse de la bola se acercaba al lugar de donde venía. Me levanté del asiento y le dije que abriera la puerta del autobús para salir. No me hizo caso. Cogí un martillo y di un golpe a la ventana. Salté y por suerte caí bien. Las personas corrían alejándose de la bola. Corrí y me alejé. Caminé por calles que nunca había visto. Llegó al final de la ciudad y me di la vuelta. Al fondo había humo y la bola ya no estaba. Regresé y la bola había estallado, devastando todo a su paso.
Juan Gómez Villa (2º ESO)

TARDE
El Interestellar de dos plazas atravesó la ardiente atmósfera de aquel planeta sin nombre. Aboo Na Hi y su compañero Ben Nisa fueron volando por el devastador cielo rojo de aquel planeta. Iban bastante rápido, pero no había mucho que observar. La temperatura fuera no era menor a 100 grados. Todo era de arena. Había como una especie de gigantes mares o depresiones. Todo era un desierto. Iban hacia el oeste. Vieron una cosa rara en una altiplanicie al sur del planeta. Eran figuras parecidas a las de aves, manos… Se sobresaltaron. Cinco minutos más tarde encontraron unas grafías dibujadas en el suelo que reconocían. Ponía: ”AYUDA. PRONTO”. Sin duda, aquella era la colonia humana que buscaban. Pero habían llegado años tarde. Estaban todos muertos.
Juan Diego (3º ESO)

FUTURO INCIERTO
Viviendo en un oscuro presente sin posibilidad de hacer nada para cambiarlo. Frías guerras entre potencias mundiales. Los constantes estallidos son sangrientas melodías que resuenan en mis oídos noche y día. El dolor se apodera del semejante. Insensibles habitantes pueblan sombríos estados.
Samuel Castellanos Tamayo (3º ESO)

EL AÑO 2055
En el año 2055… Todo es distinto al año 2017, cuando todavía era un niño. Muy distinto.  Los coches vuelan propulsados por un motor a base de energía solar, ya que la reserva de gasolina se agotó hace más de veinte años por culpa de un mal uso. Un día, todo cambio, el día en el que sufrí el accidente que me dejó en esta maldita silla de ruedas. Todo sucedió como siempre, me desperté a las seis y media de la mañana para ir a trabajar, tomé el desayuno, y me enfundé en el abrigo, preparado para ir al trabajo. Una vez en a la oficina, fui directo a mi escritorio e hice unas cuentas que me encargó mi jefe el día anterior. Cuando terminé me fui a recoger a mi hija de clases de baile. Estaban mi mujer y mi hija esperándome para irnos a casa. Subieron al coche, arranqué y lo último que recuerdo es vernos dar vueltas de campana en el aire al caernos del acantilado y a mi hija gritando “Papá”. Al despertar, recuerdo a una enfermera que me dijo.
- Usted ha tenido suerte, su hija y su mujer...
Me giré a ver y ellas estaban cubiertas totalmente de sangre. Me miré, y solo me vi unas cuantas magulladuras. Después de una larga operación, me desperté y vino un médico a verme. Me dijo que habían intentado hacer todo lo posible, pero que no pudieron salvarme las piernas y que mi mujer y mi hija no habían logrado sobrevivir a la operación. Recuerdo que en ese instante se me cayó el alma a los pies. Me llamaron los de la aseguradora y me dijeron que el accidente había sido provocado, que alguien había trucado el propulsor y que por eso el coche no voló. La robotlicía investigó el suceso y llegó a la conclusión de que el que había trucado los propulsores fue un compañero del trabajo. Le metieron en la cárcel y le condenaron a veinte años de prisión por el asesinato de mi mujer y de mi hija. Lo que nunca me imaginé fue que el causante del accidente fuese mi mejor amigo. La persona a la que le había confesado todas mis verdades, ahora me ha dado una puñalada trapera. Nunca volví sentirme a gusto en esta maldita silla de ruedas. Sí, será muy cómoda, pero no es lo mismo, no es lo mismo caminar con tus propias piernas que con una silla flotante que no se conducir. Ducharme es tedioso, tengo que llamar a la asistenta robot para que me ayude a meterme en la bañera. Si alguien lee esto, que sepa que no le deseo esto ni al que creía mi mejor amigo. Que voy a acabar con este sufrimiento el día 5 de marzo del año 2055...
José Jesús Benítez (1º ESO)
El automóvil, Noel Bezos Parra (1º ESO).
Carta al pasado desde 2055..., Yago Reyero Martín (1º ESO).
No tan bienGonzalo Daniel Sánchez Ruiz (1º ESO).
2055: Odisea en el futuroDiego Rojas Romero (1º ESO).
El mal del futuroPablo Jiménez Alonso (1º ESO).
La resistenciaPablo Fernández Marinas (1ºESO).
Ese robot, Juan Ros (1º ESO).

jueves, 2 de marzo de 2017

50 años de 100 años de soledad

La semana pasada se cumplieron 50 años de la publicación de una de las novelas más influyentes del pasado siglo: 100 años de soledad. El gran Gabo, en paz escriba, desplegó en esta obra todo su buen hacer literario y estilístico. Ay,  Coronel Aureliano Buendía, espero que acoja con gusto este pequeño homenaje de nuestros escritores, y se los haga llegar al buenazo de Gabriel García Márquez.

UN PUEBLO ERRANTE
Era una raza condenada al exilio. Un pueblo en extinción. Vagaban por el desierto sin más fin que el de envejecer. Eran mudos. Habían perdido la capacidad de hablarse. Eran sordos. Habían perdido la capacidad de oírse. No se comunicaban. Pero había algo que había cambiado a cuantos escritores y exploradores les habían conocido. No se comunicaban pero tampoco vivían dentro de su ego interno. Bien habían sido masacrados por cierto pueblo, pero aceptaban a cualquier persona, aunque hubiese
matado a sus hermanos. Había algo entre ellos que asomaba a Occidente: fraternidad.
Juan Diego (3º ESO)

EN LA SOLEDAD DE MI INFANCIA
Mi infancia fue muy dura: como soy judío nos perseguían los Nazis y durante dos años estuvimos viajando y cambiando de lugar cada dos semanas, mis padres me dejaron en una barca y en el horizonte vi como les disparaban y caían al suelo.
Cuando llegué a una playa, una mujer alta, alemana, con el pelo rizado y castaño me cogió en brazos y rodeé mis piernas por su cintura y mis manos alrededor de su cuello. Esa mujer me educó durante cuatro años. Cuando yo tenía ocho, unos policías la arrestaron por dar refugio a un judío. Y esa vez no me libré.
Estuve viviendo cuatro meses en un campo de concentración hasta que un día, no sé cómo, un hombre me sacó de ahí. En su casa, yo ya más tranquilo, me explicó que había conocido a Roxán, la mujer que me rescató de la playa, y le había dicho que me encontraba aquí. Le pregunté si seguía viva, pero me dijo que a ella la habían matado.
Desde ese momento todo fue a mejor y a día de hoy puedo decir que ese tiempo fue como cien años de estar solo.
-   Mohamed, ¿eres tú? Soy Roxán.
-   ¿Roxán? Pero si me dijo aquel hombre que habías muerto. 
Ese día me explicó que estaba muerta, pero un doctor le extrajo la bala y estuvo todo este tiempo buscándome.
Gabriel Quesada Lobo (2º ESO)

DE CERO
Las sequías continuaban en toda la región. Los secos ríos se paseaban entre áridos cultivos. Desde la conquista musulmana, cien años de soledad habían hecho estragos en aquellas tierras. Dispuesto a comenzar una nueva vida, me lancé sobre aquel lienzo en blanco.
Samuel Castellanos Tamayo (3º ESO)

SOLO
Hace años tuve un amor que me acompañaba, me besaba, me acariciaba, me decía cosas al oído, me ayudaba en los momentos difíciles, siempre estaba ahí, pero sobre todo compartíamos nuestra alma. Una mañana me desperté, y fui a dar los buenos días a mi mujer, cuando le daba un beso normalmente abría los ojos y respondía igual, pero esa mañana, le di un beso pero no respondió. Decidí tomarla el pulso, todavía estaba viva pero sabía que dormida no estaba, así que decidí llamar a una ambulancia. Cuando estábamos en el hospital, metieron a mi mujer en el quirófano, y yo me quedé esperando fuera. 
Tras media hora de espera, salió el médico preocupado y me dijo que mi mujer tenía un coma que era casi imposible de curar, también me dijo que en una semana me dirían la salud de mi mujer. En ese periodo de espera, iba todas las mañanas a la iglesia a rezar por que mi mujer se recuperase. Desgraciadamente los deseos no siempre se cumplen, y así ocurrió. Tras la semana de espera, me llamó el médico y me dijo que mi mujer estaba en un coma irrecuperable. Por un momento pensé en maldecir a Dios por esta desgracia, pero luego lo pensé mejor y me dije que si esa era la vocación de Dios, que se cumpliera entonces. Iba a ser duro, esta gran muerte me iba a traer 100 años de soledad.
Diego Rojas Romero (1ºESO)

HOMENAJE A 100 AÑOS DE SOLEDAD
Soy Julián Barceló, tengo trescientos cincuenta años. Vivo en la parte antigua de Madrid, actualmente estamos en el año 2286. Voy a contaros mi historia.
Nací en una humilde casa en el barrio de Salamanca, en compañía de mis dos hermanos, Ignacio y Pablo. Mi infancia no fue muy complicada, perteneciendo a una familia bien acomodada todo era muy fácil. Pero todo cambió el día que la conocí a ella, a Emiliana, ella hizo que todo fuese totalmente distinto. Por aquel entonces solo tenía diecisiete años y ayudaba a mi padre en la ferretería familiar. Un día ella llegó acompañada por su padre a la ferretería buscando una broca del quince. Fue verla y me quedé prendido de su belleza. Mientras que mi padre acompañaba al suyo, le pregunté cómo se llamaba y como podía contactar con ella, gentilmente me escribió su número de teléfono en un pedazo de papel. Al día siguiente la llame y le pregunté si querría quedar un día conmigo para tomar un café conmigo en la Gran Vía. Tomamos ese café y ella me dijo que me iba a llevar a un sitio especial. Nunca olvidaré ese sitio, era un paraíso para todo aquel amante de la literatura. Era un gran
laberinto de estanterías llenas de libros. De repente sentí que una voz me llamaba. Seguí el rastro de la voz y encontré un libro que se llamaba 100 años de soledad. Recuerdo haber leído ese libro por lo menos unas treinta veces. Me sentía como el protagonista de la historia. Una vez, en sueños vi, al protagonista, diciéndome que vendría a buscarme para quemar ese libro, porque estaba maldito. Que en algún momento de mi vida me haría daño, mucho daño, que me quitaría a la persona que más quiero en esta vida. Como me predijo el sueño, al día siguiente, apareció un ser que encajaba perfectamente con la descripción del personaje del libro, y me preguntó si el libro estaba a la venta, obviamente le dije que no, ya que por aquel entonces era mi más preciada posesión. Le pregunté para qué quería el libro y como en el sueño, me dijo que era para quemarlo. Que estaba maldito y que sería un mal para mí. Una vez se hubo ido, sonó el teléfono, era el padre de Emiliana, diciendo que había tenido un grave accidente cuando fue a comprar el pan y que lo más seguro es que muriese pronto. Cogí el abrigo, y me dirigí directamente al hospital. Cuando llegué estaba agonizando, en aquella cama de hospital, que no era digna de ser el lecho de una diosa. Tuve el tiempo suficiente como para despedirme de ella. Al día siguiente fue el entierro. Me arrepentí de no haber vendido ese libro cuando debí haberlo hecho. Pero lo peor no había pasado aún, poco a poco toda la gente de mi entorno fue muriendo, familiares, amigos… Desde aquel momento, he vivido más de 100 años de soledad.
José Jesús Benítez (1º ESO)

El fin del solGonzalo Daniel Sánchez Ruiz (1º ESO).
El rey terribleYago Reyero Martín (1º ESO).
100 años de soledadPablo Fernández Marinas (1º ESO).
El magoJuan Ros (1º ESO).
La gran catástrofeIgnacio Cerdán (1º ESO).
100 años, aunque en soledadGonzalo Pérez Alonso (3º ESO).
El rolloBorja Luengo Molero (3º ESO).
SoledadPablo Jiménez Alonso (1º ESO).
El espacio soleadoPedro Rodríguez López (1º ESO).