En la entrada de esta semana nos hemos dejado llevar por la corriente gastronómica. Vaya por delante que un servidor "no sabe comer" y que prefiere la contundencia de un plato por su cantidad y no por su esquisitez. Pero eso no quita para admirar el trabajo que otros desempeñan.
Aquí nuestros escritores se ponen en la piel de personas que luchan por un sueño: ser el mejor en su trabajo. Espero que no dejen nada en el plato.
EL HOMBRE COMIDA
Otra vez le
había pasado exactamente lo mismo que las tres últimas veces. Gonzalo, por más
que lo intentaba, no era capaz ni de freír un huevo; pero eso no le desanimaba.
Desde que era pequeño practicaba en casa de su abuela, en el colegio, en su
casa, en casas de sus amigos y familiares, pero cada vez que una persona
probaba su comida se ponía enfermo de gastroenteritis. Hasta que una vez incendió
su casa y decidió dejar de lado la gastronomía.
Visto en http://tapasmagazine.es/ |
Gonzalo
empezó desde ese mismo día a practicar con su poder. Se dio cuenta de que la
comida que salía de sus manos era mil veces mejor que la normal, incluso una
simple manzana. Desde ese mismo día creó un chiringuito de comida y al ver que
tenía tanto éxito a los cinco años montó su propio restaurante y cinco meses después
consiguió seis estrellas Michelín y se transformó en el mejor cocinero del
mundo.
Gabriel Quesada Lobo (2º
ESO)
UN HUEVO CON PATATAS
-¡Un huevo con patatas, por favor!
-¡Oído cocina!
Y con mucha calma nuestro cocinero preparó las patatas, sacó las setas para realizar una guarnición según indicaba la receta de la casa, eligió el mejor huevo de todos, cortó unas láminas de jamón serrano y los descargó cada uno en su sitio; frío las patatas, cocinó las setas, hizo el huevo y lo emplató todo con un gran toque de arte: eso era gastronomía.
Gabriel Pérez-Miranda Mata (1º ESO)
EL CONFITERO
Érase una
vez un hombre que vivía en el año 1825. Vivía en una buhardilla pequeña en el
centro de Londres. En la pequeña buhardilla tenía una cama pequeña, una cocina
en la cual pasaba mucho tiempo y también una silla de abeto, situada enfrente
de su chimenea que, como una más, teñía de gris el cielo de Londres.
En esa
pequeña silla se sentaba a leer y releer las antiguas recetas de su madre y su
abuela repasando las recetas que utilizaba en su trabajo. Él era un humilde
confitero que trabajaba en una confitería a tres manzanas de su buhardilla. El
confitero era un hombre que era de estatura alta, un hombre con las
extremidades finas, las cuales le habían concedido una gran habilidad en la cocina.
De pequeño, sus padres pertenecían a la clase alta y le obligaban a tocar el piano, porque decían que esos dedos podían hacer más rica a la familia. Pero el primogénito tenía otros planes. Trabajando en una fábrica de betunes, consiguió el dinero para comprase una buhardilla en el centro de Londres.
Cada día trabajaba desde el alma hasta el crepúsculo para conseguir las mejores mermeladas de todo Londres. Un día un renombrado terrateniente pasó por la confitería del confitero. El terrateniente le pidió una mermelada de mora, le pagó y se marchó.
Días más tarde, nuestro confitero fue a comprar el periódico. Él se sorprendió porque en la primera plana apareció un artículo sobre su confitería, con una entrevista al terrateniente. ¡La mermelada le encantó!
De pequeño, sus padres pertenecían a la clase alta y le obligaban a tocar el piano, porque decían que esos dedos podían hacer más rica a la familia. Pero el primogénito tenía otros planes. Trabajando en una fábrica de betunes, consiguió el dinero para comprase una buhardilla en el centro de Londres.
Cada día trabajaba desde el alma hasta el crepúsculo para conseguir las mejores mermeladas de todo Londres. Un día un renombrado terrateniente pasó por la confitería del confitero. El terrateniente le pidió una mermelada de mora, le pagó y se marchó.
Días más tarde, nuestro confitero fue a comprar el periódico. Él se sorprendió porque en la primera plana apareció un artículo sobre su confitería, con una entrevista al terrateniente. ¡La mermelada le encantó!
Gracias a
ese artículo muchos lugareños empezaron a ir a la confitería. De esta forma el
confitero se hizo rico y famoso.
Fernando Herrera Villaseñor (1º ESO)
LA MODA GASTRONÓMICA
Soy Jean
Pierre Romain, y soy el denominado “mejor” cocinero del mundo. Actualmente no
tengo un trabajo “fijo”, trabajo en diferentes concursos a lo largo y ancho del
mundo, también tengo una cadena de restaurantes que es la más conocida del
planeta. Hoy voy a contaros cómo empezó todo…
Yo era un
niño al que le encantaba tanto comer, como cocinar. Mi gran sueño de pequeño
era convertirme en un cocinero como Ratatouille, el cocinero de la famosa
película de Disney. Me acuerdo de que, cuando era pequeño, en los veranos iba a
casa de mi abuela para que me enseñase a cocinar las recetas tradicionales
francesas. A mi abuela le encantaba que en verano fuese a su casa a verla.
José Jesús Benítez (1º ESO)
GIMENO Y SU GASTRONOMÍA
-¡Un bistec con guarnición de verduras!
-¡Oído cocina!
Gimeno es el nombre de nuestro cocinero, un hombre honrado y apetitoso.
-¡Gimeno, date prisa que los comensales empiezan a protestar!
-¡Ya va, ya va! - grita Gimeno -. Estos hombres no saben que un plato se prepara despacio, o como diría yo, a fuego lento.
-¡Gimeno o lo presentas ya o te ves de patitas en la calle!
Gimeno no responde.
-Gimeno, ¿te has quedado sordo con tanto grito, o que te pasa?
Gimeno sale de la puerta con el plato y lo entrega. El jefe tiene la cara de estar cabreado o como diría yo, como un tomate.
Gimeno piensa: "estos no se enteran de que lo que cocino yo es verdadera GASTRONOMÍA".
Noel Bezos Parra (1º ESO)