¿A quién no le han preguntado alguna vez aquello de "qué quieres ser de mayor"? La de bomberos y astronautas frustrados que habrá en Mercadona... Fuera bromas, quien más y quien menos se ha preocupado alguna vez por su futuro, o por el futuro de la sociedad en general.
En esta ocasión hemos propuesto a nuestros escritores una historia ambientada en el año 2055. Disfruten de la ciencia ficción... y de profundas reflexiones.
D/E/S/O/L/A/C/I/Ó/N
Chicos, os
pongo en situación: el mundo que conocíamos hace quince años ha cambiado. Al
principio no sabíamos si para mejor o para peor. Ahora está claro, todo lo que pensábamos que
era verdad no lo es. No se ve ninguna solución y el mundo está en caos. Así que
os escribo para que sepáis que yo, vuestro abuelo, estoy muy contento de que
por fin tras tantos año de sufrimiento me pueda
ir de este mundo corrupto y violento y volver con vosotros, mis nietos.
Vosotros que fuisteis arrebatados de mí demasiado pronto por el tifus no os
merecíais eso, pero creo que mejor eso a lo que me depara el año 2055, una muerte
por falta de oxígeno y calor.
Borja Luengo Molero (3º ESO)
Juan Gómez Villa (2º ESO)
AÑO 2055
Estaba sentado en el pupitre. Llevaba media hora trabajando en una práctica que nos había mandado. No entendía nada de lo que explicaba el profesor, así que miraba por la ventana la calle. Los coches llevaban una sola rueda. Lo único raro eran las casas, que tenían el tejado de cristal. Seguía mirando cuando en el cielo se empezaba a agrandar una circunferencia naranja. Le pregunté al profesor que era aquellos. La circunferencia empezó a agrandarse. Las personas de la calle miraban al círculo. Era una bola de de no se sabe qué. Cuando iba volando dejaba trozos rojos. La bola pasó tan cerca del colegio que notamos el calor. La clase parecía un horno. Había comenzado a sudar. El profesor dijo que saliéramos de la clase y fuéramos a la calle. Al salir preferí volver a meterme dentro del edificio. El calor del sol con la bola que acababa de pasar hacía que estuvieras asado.
Por la calle empezó a llegar coches inmensos con ventiladores. Eran alrededor de diez coches. Al pasar producían mucho viento pero al rato volvía hacer calor. En el cielo aparecía otra vez la bola esta vez más cerca. Se acercó a una casa voladora y la destruyó. Pensé que la bola se quedaría en la casa y estallaría pero continuó moviéndose y destruyendo lo que se le ponía delante. Desaparecía y a los cinco minutos repasaba su órbita sin cambiar el sentido de su camino. Empecé a correr para escapar de la bola. Me monté en un autobús y el conductor arrancó. El conductor en vez de alejarse de la bola se acercaba al lugar de donde venía. Me levanté del asiento y le dije que abriera la puerta del autobús para salir. No me hizo caso. Cogí un martillo y di un golpe a la ventana. Salté y por suerte caí bien. Las personas corrían alejándose de la bola. Corrí y me alejé. Caminé por calles que nunca había visto. Llegó al final de la ciudad y me di la vuelta. Al fondo había humo y la bola ya no estaba. Regresé y la bola había estallado, devastando todo a su paso.
TARDE
El
Interestellar de dos plazas atravesó la ardiente atmósfera de aquel planeta sin
nombre. Aboo Na Hi y su compañero Ben Nisa fueron volando por el devastador
cielo rojo de aquel planeta. Iban bastante rápido, pero no había mucho que
observar. La temperatura fuera no era menor a 100 grados. Todo era de arena.
Había como una especie de gigantes mares o depresiones. Todo era un desierto.
Iban hacia el oeste. Vieron una cosa rara en una altiplanicie al sur del
planeta. Eran figuras parecidas a las de aves, manos… Se sobresaltaron. Cinco
minutos más tarde encontraron unas grafías dibujadas en el suelo que
reconocían. Ponía: ”AYUDA. PRONTO”. Sin duda, aquella era la colonia humana que
buscaban. Pero habían llegado años tarde. Estaban todos muertos.
Juan Diego (3º ESO)
FUTURO INCIERTO
Viviendo en
un oscuro presente sin posibilidad de hacer nada para cambiarlo. Frías guerras
entre potencias mundiales. Los constantes estallidos son sangrientas melodías
que resuenan en mis oídos noche y día. El dolor se apodera del semejante.
Insensibles habitantes pueblan sombríos estados.
Samuel Castellanos Tamayo (3º ESO)
EL AÑO 2055
En el año
2055… Todo es distinto al año 2017, cuando todavía era un niño. Muy distinto. Los coches vuelan
propulsados por un motor a base de energía solar, ya que la reserva de gasolina
se agotó hace más de veinte años por culpa de un mal uso. Un día, todo cambio, el día en el que
sufrí el accidente que me dejó en esta maldita silla de ruedas. Todo sucedió
como siempre, me desperté a las seis y media de la mañana para ir a trabajar,
tomé el desayuno, y me enfundé en el abrigo, preparado para ir al trabajo. Una vez
en a la oficina, fui directo a mi escritorio e hice unas cuentas que me
encargó mi jefe el día anterior. Cuando terminé me fui a recoger a mi
hija de clases de baile. Estaban mi mujer y mi hija esperándome para irnos a
casa. Subieron al coche, arranqué y lo último que recuerdo es vernos dar
vueltas de campana en el aire al caernos del acantilado y a mi hija gritando
“Papá”. Al despertar, recuerdo a una enfermera que me dijo.
- Usted ha
tenido suerte, su hija y su mujer...
Me giré a
ver y ellas estaban cubiertas totalmente de sangre. Me miré, y solo me vi unas
cuantas magulladuras. Después de una larga
operación, me desperté y vino un médico a verme. Me dijo que habían intentado
hacer todo lo posible, pero que no pudieron salvarme las piernas y que mi mujer
y mi hija no habían logrado sobrevivir a la operación. Recuerdo que en ese
instante se me cayó el alma a los pies. Me llamaron los de la aseguradora y me
dijeron que el accidente había sido provocado, que alguien había trucado el
propulsor y que por eso el coche no voló. La robotlicía investigó el suceso y
llegó a la conclusión de que el que había trucado los propulsores fue un
compañero del trabajo. Le metieron en la cárcel y le condenaron a veinte años
de prisión por el asesinato de mi mujer y de mi hija. Lo que nunca me imaginé
fue que el causante del accidente fuese mi mejor amigo. La persona a la que le
había confesado todas mis verdades, ahora me ha dado una puñalada trapera.
Nunca volví sentirme a gusto en esta maldita silla de ruedas. Sí, será
muy cómoda, pero no es lo mismo, no es lo mismo caminar con tus propias piernas
que con una silla flotante que no se conducir. Ducharme es tedioso, tengo que
llamar a la asistenta robot para que me ayude a meterme en la bañera. Si
alguien lee esto, que sepa que no le deseo esto ni al que creía mi mejor amigo. Que voy a
acabar con este sufrimiento el día 5 de marzo del año 2055...
José Jesús Benítez (1º ESO)
El automóvil, Noel Bezos Parra (1º ESO).
Carta al pasado desde 2055..., Yago Reyero Martín (1º ESO).
2055: Odisea en el futuro, Diego Rojas Romero (1º ESO).
El mal del futuro, Pablo Jiménez Alonso (1º ESO).
La resistencia, Pablo Fernández Marinas (1ºESO).
Ese robot, Juan Ros (1º ESO).
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