Boris Karloff como Frankenstein |
El ser humano siempre ha tenido deseos de endiosarse. Poder. Vida eterna. Dar vida. El artista, en todas sus posibles creaciones, usa sus obras para tratar de contentar a las tres. En el caso del escritor, es la pluma la que da poder, la que busca perpetuar la vida y también generarla. Maravillosos personajes son ya inmortales en el colectivo lector, desde Gregorio Samsa hasta El Lazarillo, pasando por Raskólnikov, Úrsula Iguarán o Frankenstein, entre otros cientos.
Pero no solo de personajes tiene por qué vivir un escritor. ¿Qué pasa con los objetos que nos rodean? Esta semana volamos sobre esta idea, proponiendo que sus historias estén rodeadas de seres inanimados con vida. Juzga con tus propios ojos, pero verdaderamente estos chicos tienen madera de escritor.
EL ESCAPE
En una bolera un hombre gordo estaba a punto de tirar:
– ¡Que viene! – dijo un bolo.
– Esta vez no – pensó
la bola de bolos.
Entonces, cuando estaba a punto de darle a los bolos, saltó y
rompió la ventana.
-¡Yupi, lo conseguí! Ahora solo tengo que saber dónde está
el baño, pero primero tendré que pasar por el centro comercial – dijo la bola.
Por el camino, sin querer, pisó un chicle.
– Me da que algo se me ha metido en la nariz – dijo la bola.
– O mejor, dicho a alguien – dijo el chicle.
La bola estornudó, se disculpó al chicle y le preguntó dónde
estaba el baño. Le dijo que estaba al lado del ascensor y que no había nada
o nadie que me pudiera ceder el paso. Finalmente llegó y se tiró por el
retrete, y alcanzó alegremente el mar.
Stanislav Yaruchyk
CHORIZO DESCUBRE LA VERDAD
En una pequeña granja de Segovia moraba un joven chorizo.
Este provenía de una antigua familia de honrados cerdos de bellota. Un día, mientras
descansaba sobre su cuerda, pensó en por qué no había podido tener el
privilegio de conocer a su padre. En la escuela le contaron que llegaban al
mundo porque una gaviota les llevaba a casa del granjero. Si no, habría
aparecido en la botella de vino de la despensa. Pero nunca creyó que sería como
lo vio por la ventana: ¡mataban a un gorrino y nacía un indefenso choricito!
Samuel Castellanos
LA HISTORIA DE LOS OBJETOS VIVIENTES
Hola, mi nombre es Gabriel Quesada Lobo y hoy es 6-4-2016,
eso quiere decir que hoy cumplo 13 años y va a ser el mejor día de toda mi vida. Me mudé hace 5 meses por la muerte de mi padre y en esta ciudad me hice muy amigo de un banco llamado Braun. Lo
conocí en el patio, me senté en él y me gritó diciendo:
– ¡Qué confianzas
son esas! Si te quieres sentar utiliza un banco que sirva para ello, no yo, que
soy un ser vivo.
Yo le pedí mil disculpas porque era nuevo en la ciudad. Me
explicó lo que sucedía y desde ese mismo instante nos hicimos amigos del alma.
Bajé a desayunar y una escoba estaba haciéndome tortitas, pero no me felicitó y le pregunté dónde estaba mi madre y me contó que
tenía que irse a trabajar porque había sucedido otro asesinato. Yo, decepcionado, desayuné y me fui al salón y me senté en el sillón que se levantó del suelo y se dirigió al
colegio. Ah, no os lo había dicho: mi
chófer es un sillón de color verde
apagado y muy roto. En el colegio nadie me felicitó y yo no sabía por qué, ya
que semanas antes lo había dicho unas mil veces. En clase de Lengua mi profesor d. Daniel, que era una pizarra, me dijo que fuera a por una tiza. Yo miré a mi amigo Braun a ver si me miraba para felicitarme, pero no hizo nada. Me levanté de mi pupitre
y me dirigí a la sala de profesores. Al volver estaban las
luces apagadas y las persianas bajadas. Encendí las luces y todo el mundo gritó: "¡felicidades Gabriel!". Allí vi a mi madre, mi amigo Braun y a todos mis amigos.
Gabriel Quesada
EL JABALÍ Y EL COCO
Un coco vivía en una isla donde no solía pasar nadie. Un día
pasó por ahí un jabalí y envistió el árbol en el que se situaba. Le dio con
tanta fuerza que el coco fue atraído por la gravedad hasta el suelo.
– Lo siento – dijo el jabalí. No vi tu árbol.
– No pasa nada – dije yo.
Y de tanto hablar casi se secó. El jabalí ahora viene siendo
su mejor amigo.
Luego se terminó de secar y el jabalí lo cortó por la mitad
y se hizo un sombrero.
– Que tontos estos cocos.
Gonzalo Pérez
EL LÁPIZ DEL COLEGIO
Luis tiene que ir hoy a la escuela porque es viernes. Al menos, es el último día de colegio de la semana. Nada más llegar al edificio de
ESO se escapa y sube corriendo las escaleras del edificio. Es muy temprano y
aún no han entrado los demás compañeros. Quedan diez minutos para que
entren todos los niños. Entra en la clase, deja su material de estudio en el casillero,
baja la silla de su mesa y se pone a observar la clase vacía. De repente, escucha un ruido en el cajón de la mesa del profesor. El cajón se abre de golpe. El
ruido provocado llama la atención de un profesor que está en el despacho. El
hombre sale del cuarto y se dirige hacia la puerta de la entrada de la clase
de Luis. Se da la vuelta y sigue con su trabajo. Luis echa una ojeada al
cajón. Dentro hay un lapicero con patas y brazos. Los órganos miden tres
centímetros. Lo coge y piensa que estaría soñando o viendo visiones. Pero no era
así. El lapicero se pone a hablar tan alto que Luis lo tiene que meter en el
mueble para que no haga ruido. Después lo vuelve a coger y lo tira a la basura.
Juan Gómez Villa
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