Narrarlo en primera persona autobiográfica es complejo. Así que nuestros alumnos han tirado de imaginación para meterse en la piel de otro personaje, que ha perdido su calcetín rojo...
EL CALCETÍN ROJO
Braun Engels se pasó media buscando
el calcetín rojo. Lo necesitaba, era importante, muy importante. Aquel era un día que sería recordado por muchos. Aquel día
resaltaría en los libros de Historia como el día en el que sería
ensalzado el Imperio Alemán.
Braun finalmente lo encontró. Bajo la
cómoda estaba aquel calcetín, rojo intenso y tan largo que llegaba
casi hasta las rodillas. Su color encajaba de forma perfecta con la
bandera del partido, la bandera del país, del país más grande y
glorioso de la historia.
Gonzalo Vaquerín (4º ESO)
EL CUMPLEAÑOS DE PETER
Cuando se despertó, Peter se dio cuenta
de que era su cumple, y quería ir presentable a vencer a Garfio. ¡Era
el mejor regalo que alguien como Peter desearía! Pero... ¡se dio
cuenta de que todos sus calcetines preferidos los estaba lavando
Campanilla! Pensó que a lo mejor los rojos estarían bien con
los pantalones verdes. Empezó a rebuscar entre sus cosas, pero no estaban, no los encontraba. ¡Una hora se pasó
buscándolos! Hasta que se dio cuenta de que los tenían los niños
perdidos. Se los dieron como regalo de cumpleaños. ¡Qué cara dura!
Pablo Jiménez Alonso (1º ESO)
EL PAYASO EUGENIO
Eugenio busca el calcetín rojo que le
falta por poner para ir a la obra de teatro. Hay cinco actores y él
es el que representa el papel de payaso. Le falta una hora para
llegar al edificio y prepararse para que el público le vea. Cada vez
que busca en un sitio y no encuentra el calcetín se pone más
nervioso.

calcetines blancos, de rojo. Pero tampoco tiene calcetines blancos. Coge uno negro, lo pinta, pero no queda bien ya que es un rojo oscuro y el otro calcetín es rojo claro.
Al final decide que si es un payaso, puede ir mal vestido. Se coge otro calcetín negro y cuando va a
salir por la puerta, ve en el mango de la puerta que está la tela
roja que le faltaba.
Juan Gómez Villa (1º ESO)
¿UN PERRO TONTO O INGENUO?
A era un perro muy peculiar. Vivía en un piso de 80 metros cuadrados. Lo había comprado a la inmobiliaria solo para hacerse el gracioso. Le había costado 120.000 euros. Los había sacado del banco como cualquier persona normal. Bueno, se puede decir que de alguna manera los podía haber robado. También pagaba la luz, el gas y todos esos rollos. Claro, destrozaba las facturas y se ocultaba a la policía y todo eso para que no le cogiesen. Era un perro feliz. Pero era tan tonto y raro que ahora se estaba riendo al no encontrar su calcetín de la suerte.
Juan Diego Pérez-Miranda (3º ESO)
EL CALCETÍN PERDIDO DE MUHAMMAD-ALÚ
Se había armado un tremendo revuelo
por la desaparición del calcetín rojo preferido del califa
Muhammad-Alú. Ese calcetín era el cénit de su colección, lo había
comprado en una subasta de calcetines por un millón de rupias.
Cuando se le perdió armó un revuelo
tan grande que registraron a todos los sirvientes hasta certificar
que no se lo había cogido ninguno. Luego llamaron al detective Achmed, el mejor en buscar calcetines, pues siempre los encontraba. Empezó a
buscar en el armario, en el baño, en el salón en la cocina... Nada. Cuando
estaba a punto de desfallecer vio uno rastro de hilos rojos
recorriendo un pasillo que daba a la habitación del mono, mascota
del califa. El calcetín se había convertido en una bola de hilos
rojos. Decidió recurrir a su táctica secreta: comprar un
calcetín normal rojo barato y sustituirlo por la bola de hilos.
Se lo dio al califa y este le pagó, y
todos felices para siempre.
Borja luengo (3º ESO)
NO MIRARÉ POR LA VENTANA
- "Se pasó una hora buscando el calcetín rojo". ¿Cómo se analiza esta frase?
A ver si suena ya el timbre… Después de seis horas de clase un viernes, lo que menos apetece es tener una clase entera de análisis.
Diiiin.
Así es como empezó aquella tarde.
Después de pasar por el típico interrogatorio de tu madre, me dispuse a tener una tarde de videojuegos. Al levantarme a por el mando, escuché unos gritos que venían de abajo. Llevado por la curiosidad, me asomé por la ventana y me di cuenta de que había dos hombres en la calle dándose empujones. En aquel preciso momento uno de ellos sacó un rifle de una bolsa disparando contra su rival. Acabó así la disputa.
Cuándo iba a salir corriendo la mirada del asesino se cruzo con la mía de curioso. Era un hombre robusto de cabellos negros y largos con ojos estropeados por el alcohol. Después, bajó la cabeza y se marchó.
A las pocas semanas, caí en la cuenta de que no había avisado a la policía del incidente. Cogí el teléfono, marqué el número y esperé hasta que me contestó una voz fría y ronca. Tras contar lo ocurrido, colgó sin decir nada.
Ahora espero que quien encuentre esta carta sepa lo que ocurrió más tarde.
Espero que avises a la policía del asesinato de un hombre y de un niño, tan solo por mirar por una ventana.
Samuel Castellanos Tamayo (3º ESO)