jueves, 2 de marzo de 2017

50 años de 100 años de soledad

La semana pasada se cumplieron 50 años de la publicación de una de las novelas más influyentes del pasado siglo: 100 años de soledad. El gran Gabo, en paz escriba, desplegó en esta obra todo su buen hacer literario y estilístico. Ay,  Coronel Aureliano Buendía, espero que acoja con gusto este pequeño homenaje de nuestros escritores, y se los haga llegar al buenazo de Gabriel García Márquez.

UN PUEBLO ERRANTE
Era una raza condenada al exilio. Un pueblo en extinción. Vagaban por el desierto sin más fin que el de envejecer. Eran mudos. Habían perdido la capacidad de hablarse. Eran sordos. Habían perdido la capacidad de oírse. No se comunicaban. Pero había algo que había cambiado a cuantos escritores y exploradores les habían conocido. No se comunicaban pero tampoco vivían dentro de su ego interno. Bien habían sido masacrados por cierto pueblo, pero aceptaban a cualquier persona, aunque hubiese
matado a sus hermanos. Había algo entre ellos que asomaba a Occidente: fraternidad.
Juan Diego (3º ESO)

EN LA SOLEDAD DE MI INFANCIA
Mi infancia fue muy dura: como soy judío nos perseguían los Nazis y durante dos años estuvimos viajando y cambiando de lugar cada dos semanas, mis padres me dejaron en una barca y en el horizonte vi como les disparaban y caían al suelo.
Cuando llegué a una playa, una mujer alta, alemana, con el pelo rizado y castaño me cogió en brazos y rodeé mis piernas por su cintura y mis manos alrededor de su cuello. Esa mujer me educó durante cuatro años. Cuando yo tenía ocho, unos policías la arrestaron por dar refugio a un judío. Y esa vez no me libré.
Estuve viviendo cuatro meses en un campo de concentración hasta que un día, no sé cómo, un hombre me sacó de ahí. En su casa, yo ya más tranquilo, me explicó que había conocido a Roxán, la mujer que me rescató de la playa, y le había dicho que me encontraba aquí. Le pregunté si seguía viva, pero me dijo que a ella la habían matado.
Desde ese momento todo fue a mejor y a día de hoy puedo decir que ese tiempo fue como cien años de estar solo.
-   Mohamed, ¿eres tú? Soy Roxán.
-   ¿Roxán? Pero si me dijo aquel hombre que habías muerto. 
Ese día me explicó que estaba muerta, pero un doctor le extrajo la bala y estuvo todo este tiempo buscándome.
Gabriel Quesada Lobo (2º ESO)

DE CERO
Las sequías continuaban en toda la región. Los secos ríos se paseaban entre áridos cultivos. Desde la conquista musulmana, cien años de soledad habían hecho estragos en aquellas tierras. Dispuesto a comenzar una nueva vida, me lancé sobre aquel lienzo en blanco.
Samuel Castellanos Tamayo (3º ESO)

SOLO
Hace años tuve un amor que me acompañaba, me besaba, me acariciaba, me decía cosas al oído, me ayudaba en los momentos difíciles, siempre estaba ahí, pero sobre todo compartíamos nuestra alma. Una mañana me desperté, y fui a dar los buenos días a mi mujer, cuando le daba un beso normalmente abría los ojos y respondía igual, pero esa mañana, le di un beso pero no respondió. Decidí tomarla el pulso, todavía estaba viva pero sabía que dormida no estaba, así que decidí llamar a una ambulancia. Cuando estábamos en el hospital, metieron a mi mujer en el quirófano, y yo me quedé esperando fuera. 
Tras media hora de espera, salió el médico preocupado y me dijo que mi mujer tenía un coma que era casi imposible de curar, también me dijo que en una semana me dirían la salud de mi mujer. En ese periodo de espera, iba todas las mañanas a la iglesia a rezar por que mi mujer se recuperase. Desgraciadamente los deseos no siempre se cumplen, y así ocurrió. Tras la semana de espera, me llamó el médico y me dijo que mi mujer estaba en un coma irrecuperable. Por un momento pensé en maldecir a Dios por esta desgracia, pero luego lo pensé mejor y me dije que si esa era la vocación de Dios, que se cumpliera entonces. Iba a ser duro, esta gran muerte me iba a traer 100 años de soledad.
Diego Rojas Romero (1ºESO)

HOMENAJE A 100 AÑOS DE SOLEDAD
Soy Julián Barceló, tengo trescientos cincuenta años. Vivo en la parte antigua de Madrid, actualmente estamos en el año 2286. Voy a contaros mi historia.
Nací en una humilde casa en el barrio de Salamanca, en compañía de mis dos hermanos, Ignacio y Pablo. Mi infancia no fue muy complicada, perteneciendo a una familia bien acomodada todo era muy fácil. Pero todo cambió el día que la conocí a ella, a Emiliana, ella hizo que todo fuese totalmente distinto. Por aquel entonces solo tenía diecisiete años y ayudaba a mi padre en la ferretería familiar. Un día ella llegó acompañada por su padre a la ferretería buscando una broca del quince. Fue verla y me quedé prendido de su belleza. Mientras que mi padre acompañaba al suyo, le pregunté cómo se llamaba y como podía contactar con ella, gentilmente me escribió su número de teléfono en un pedazo de papel. Al día siguiente la llame y le pregunté si querría quedar un día conmigo para tomar un café conmigo en la Gran Vía. Tomamos ese café y ella me dijo que me iba a llevar a un sitio especial. Nunca olvidaré ese sitio, era un paraíso para todo aquel amante de la literatura. Era un gran
laberinto de estanterías llenas de libros. De repente sentí que una voz me llamaba. Seguí el rastro de la voz y encontré un libro que se llamaba 100 años de soledad. Recuerdo haber leído ese libro por lo menos unas treinta veces. Me sentía como el protagonista de la historia. Una vez, en sueños vi, al protagonista, diciéndome que vendría a buscarme para quemar ese libro, porque estaba maldito. Que en algún momento de mi vida me haría daño, mucho daño, que me quitaría a la persona que más quiero en esta vida. Como me predijo el sueño, al día siguiente, apareció un ser que encajaba perfectamente con la descripción del personaje del libro, y me preguntó si el libro estaba a la venta, obviamente le dije que no, ya que por aquel entonces era mi más preciada posesión. Le pregunté para qué quería el libro y como en el sueño, me dijo que era para quemarlo. Que estaba maldito y que sería un mal para mí. Una vez se hubo ido, sonó el teléfono, era el padre de Emiliana, diciendo que había tenido un grave accidente cuando fue a comprar el pan y que lo más seguro es que muriese pronto. Cogí el abrigo, y me dirigí directamente al hospital. Cuando llegué estaba agonizando, en aquella cama de hospital, que no era digna de ser el lecho de una diosa. Tuve el tiempo suficiente como para despedirme de ella. Al día siguiente fue el entierro. Me arrepentí de no haber vendido ese libro cuando debí haberlo hecho. Pero lo peor no había pasado aún, poco a poco toda la gente de mi entorno fue muriendo, familiares, amigos… Desde aquel momento, he vivido más de 100 años de soledad.
José Jesús Benítez (1º ESO)

El fin del solGonzalo Daniel Sánchez Ruiz (1º ESO).
El rey terribleYago Reyero Martín (1º ESO).
100 años de soledadPablo Fernández Marinas (1º ESO).
El magoJuan Ros (1º ESO).
La gran catástrofeIgnacio Cerdán (1º ESO).
100 años, aunque en soledadGonzalo Pérez Alonso (3º ESO).
El rolloBorja Luengo Molero (3º ESO).
SoledadPablo Jiménez Alonso (1º ESO).
El espacio soleadoPedro Rodríguez López (1º ESO).

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