Ves
que se acerca a ti, mirando a izquierda y derecha, tratando de
disimular, como si nada pasara. Todo muy tosco. Pero cuando esa
persona llega, se acerca a ti, tanto que descubres olores nunca antes
perceptibles, y lo más cerca de tu oído empieza: "¡Shhh! No
se lo cuentes a nadie, es un secreto". Y en ese momento dos
fuerzas poderosas luchan en tu interior. Parafraseando a Shakespeare,
contar o no contar, esa es la cuestión.
La
imaginación de nuestros escritores va mucho más allá de esta
dicotomía. Cuánto hay que aprender.
FUERA
DE MI RINCÓN
El
tímido sol del amanecer me acariciaba el rostro mientras recorría
la calzada. Después de varios días caminando, mis piernas se
resentían y mi estómago pedía comida a gritos. Había estado
escondido de mi mismo por miedo al qué dirán. Ahora, lejos de
falsos amigos y prisiones de prejuicios, el mundo se abría ante mí
lleno de posibilidades, de esperanzas. Pero no se lo cuentes a nadie,
es un secreto.
Samuel
Castellanos Tamayo (3º ESO)
LA
PUERTA DEL TIEMPO
-
No se lo cuentes a nadie, es un secreto. Te acuerdas de las cuatro
llaves que encontramos en correos y de la puerta que había detrás
de la librería de mi cuarto; pues las encajé y las giré y se
abrieron. Julia, la puerta se ha abierto. Si quieres, vente conmigo.
-
No, quiero seguir con vida para mañana.
Al
entrar en la puerta misteriosa, Gabriel estaba en una sala redonda,
de piedra, donde había tres puertas, sin contar con la que daba a su
habitación. Recordó el poema que venía con las llaves: de cuatro
una la entrada es, dos si entras la muerte te espera, y una a tu
salvación despega. Miró las puertas y encima de cada una había un
animal, dos ya extintos, por lo que dedujo que llevaban a la muerte.
Después de recapacitar unos minutos abrió la puerta en la que venía
una jirafa. Al abrirla había unas escaleras que bajaban, al lado de
la puerta había una antorcha y Gabriel la intentó quitar, pero no
pudo y en su lugar se oyó un mecanismo que convirtió las escaleras
en un tobogán. Cuando llegó abajo vio una nave, al subir se fijó
que había un baúl. Al abrirlo cogió un cuaderno de bitácora y
leyó un párrafo que decía: "He montado otra vez en la Metis y
esta vez no sabía a dónde ir y decidí saludar a mi amigo el
faraón".
Agarró
el timón y dijo: "antiguo Egipto".
Gabriel,
al terminar de leer, pensó que esa puerta se podría llamar "La
puerta del tiempo".
Gabriel
Quesada Lobo (2º ESO)
EL
ROBO
"No
se lo cuentes a nadie, es un secreto", me dijo mi madre que
había guardado una moneda debajo de la almohada de mi hermana. Me
dijo que cuidara bien de la moneda, porque era el primer diente que
se le caía. Mi hermana ya estaba dormida, así que no se iba a dar
cuenta hasta despertar y mis padres se habían ido a cenar a alguna
parte. Y yo tenía que cuidar de la casa. Me fui al salón a ver la
tele y me di cuenta de que la puerta se había cerrado. Fui
corriendo a ver si había pasado algo, y me di cuenta de que la
moneda no estaba. Enfurecido, empecé a investigar de quién era la
culpa. Cansado de buscar, cogí una moneda de mi hucha y se la puse.
Ahora me debía dinero.
Stanis
Yaruchyk (2º ESO)
UN
SECRETO
Nadie
sabe quién era. Nadie sabe qué era lo que le dijeron. Bueno, le
dirían lo típico, lo de “no se lo cuentes a nadie que es un
secreto”. Se sabe, aunque no a ciencia cierta, cuando se lo
dijeron. Debía de ser el año 1944. Se sabía la indumentaria que
llevaba. Aquel uniforme parduzco que lo catalogaba como uno de los
más altos mandos de las SS. También se sabe su aspecto, era rubio,
con una piel blanca como la nieve y unos ojos azules cual cielo de
mayo. Solo se sabe que entró en aquel céntrico y lujoso hotel de
Berlín y que salió portando en su mente el secreto de Estado que la
historia destapó hace ya más de medio siglo. Los nazis iban a ser
derrotados antes o después. También se sabe otra cosa concreta.
Encontraron su cadáver en un pueblo de Polonia antes del fin de
aquel año.
Juan
Diego (3º ESO)
NO
SE LO CUENTES A NADIE ES UN SECRETO:
Querido
lector, quiero contarte algo que ocurrió hace poco tiempo.
Todavía
me acuerdo del viejo Billy, un anciano que vivía en el pueblo al que
yo voy a veranear todos los años. Nunca había visto a nadie con más
sentido del humor; sin embargo, yo había visto mucha gente con ese
don especial que tiene muy poca gente, el don de molestar mucho,
aparte de que era muy cotilla.
Un
día oí hablar a uno de los hombres más importantes del pueblo
(porque era muy rico y vivía en una mansión muy grande a las
afueras del pueblo) que iban a matar al viejo Billy, que, por cierto,
a mí me caía muy bien.
El
caso es que el viejo Billy un día desapareció y tres días después
apareció en las afueras del pueblo con olor a tabaco y alcohol. Nos
hizo pensar a todos que se había emborrachado y había muerto por
algo raro que no me quisieron contar. El caso es que ellos no se
fijaban en la sangre que tenía en la boca y en la tripa. Me acerqué
para ver sus heridas. Descubrí que eran marcas profundas de puñal.
El
caso es que como el cotilla se había muerto me tocaba a mi ser el
cotilla del pueblo. Me puse a investigar la muerte de mi antecesor y
me enteré de que lo había matado el hombre rico.
Pablo
Fernández Marinas (1º ESO)
No se lo cuentes a nadie, esto es un secreto, José Jesús Benítez (1° ESO).
Ni lo cuentes, Juan Ros Díaz (1º ESO).
Legado, Borja Luengo Molero (3º ESO).
La palabra descriptiva, David González (3º ESO).
Callejón sin salida, Noel Bezos Parra (1º ESO).
Animales domados, Yago Reyero Martín (1º ESO).
El pañal, Gabriel Pérez-Miranda Mata (1º ESO).
No hay comentarios:
Publicar un comentario