viernes, 11 de noviembre de 2016

Preparados, listos, YA

Ya hemos hablado otra veces del miedo al papel en blanco, de esa lucha entre la pluma y el papel. En la escritura creativa es más fácil empezar si tenemos un disparador, una frase con la que comenzar. En este caso, venía al pelo, tiramos de la siguiente: "escribió aquella palabra en la primera hoja del cuaderno". ¿Qué esconderán nuestros escritores en esa primera página?

PELIGROS EN LA CELDA
Escribió aquella palabra en la primera hoja del cuaderno. Escribía cuando se aburría en la celda de la cárcel. Compartía la celda con dos presos que no sabían escribir y si lo intentaban lo hacían mal. El problema para el ladrón era que no les conocía de nada. Lo único que sabía de ellos era que eran hermanos. Los dos hermanos habían acabado en la cárcel por cometer entre los dos juntos un asesinato. El ladrón se enteró de eso por el guardia que custodiaba las celdas. Los dos hermanos no eran habladores, pero otro problema para el ladrón es que sus dos compañeros le miraban todo el rato con malos ojos. Podía ser que le miraran así porque a lo mejor a él también le asesinarían. Ninguna noche podía dormir por miedo a los dos hermanos. Cuando salía el sol se tranquilizaba y salía al patio de la cárcel durante una hora y a continuación se dedicaba a excavar para hacer un túnel y luego su trabajo lo tapaban con un tablón de madera y luego lo rellenaban de arena por encima del tablón. Un día por la noche se durmió y al día siguiente los hermanos no estaban.
Juan Gómez Villa (2º ESO)

ESCRITURA TRANSITORIA
Escribió aquella palabra en la primera página del cuaderno. La escribió hace tiempo. Le había parecido más importante de lo normal. Era demasiado importante. Le pareció vivir una ensoñación. No sabía quién la había dicho. No sabía cuándo la había escrito. Pero aquellas grafías a lápiz le inspiraban. De hecho sintió que podía respirarlas, que podían o que habían entrado en su interior. De repente, vio a montones de personas llorando, tiradas en el suelo. Luego vio un montón de injusticias, de tiranía. Y luego hubo un destello. E inmediatamente después aparecieron en su cabeza esas líneas curvas que significaban algo en él. Hasta que consiguió leerlas. Ponía: SONRÍE.
Juan Diego Pérez - Miranda Mata (3º ESO)

NO HAY CURA
Empezó con una palabra, miedo. Era el miedo a sufrir, a sentir tan grande dolor. Un dolor insoportable que no tenía comparación. No sabía cuándo volvería a sentir otra vez ese dolor que provenía de su debilidad, de su maldición, de su enfermedad.
No tenía remedio, era una enfermedad incurable. No era mortal pero eso era lo peor. No podía librarse de aquel horrible sufrimiento. No, lo volvió a sentir.
Entonces se acabó la tint
Borja Luengo (3º ESO)

UNA HISTORIA QUE CONTARTE
Estaba en mi cuarto pensando qué podría hacer para matar el tiempo. Se me ocurrieron una serie de cosas: jugar al balón, construir lego o empezar a escribir en el diario que me regaló mi tía antes de fallecer.
En el momento en el que iba a empezar a escribir, oí un grito. Me sobresalté, ya que mi barrio es muy tranquilo; bajé al salón y miré entre las cortinas para cotillear un poco, pero la calle estaba desierta. Cuando fui a cruzar la puerta del ropero para subir las escaleras volví a oír un grito que provenía del ropero. Lo abrí y me metí un poco para dentro y la puerta se cerró detrás de mí. Antes de abrirla noté una corriente en la pared. Empecé a palpar y noté la corriente. Cogí una palanca, hice presión y descubrí que era una falsa pared. Quería ir a decírselo a mi madre, pero me di cuenta de que mi
madre trabaja en un hospital de noche. ¡Estaba solo en esta aventura escalofriante!
Cogí la linterna que guardamos en el estante de arriba y cuando alumbré el final de las escaleras, una fuerte brisa me golpeó en la cara y me cegó por el polvo en suspensión. Ya harto de tanto rollo paranormal me di la vuelta y me choqué con un muro. Apunté con la linterna y había desaparecido la salida. Ante ese estrés se rompió un escalón y rodé escaleras abajo. Me levanté mareado y antes de dar un paso me desmayé.
Al despertar miré a mi alrededor. Estaba repleto de árboles, me incorporé y vi que era un bosque denso en el que no se veía la luz del sol. Estaba alucinado y a la vez asustado. Empecé a andar para encontrar la salida. Oí un ruido y me escondí detrás de un árbol. Al instante apareció una mujer transparente, con un vestido, que a la altura de las rodillas ya no había nada de esa persona. Era como un fantasma. Me escondí para que no me viera. Cuando creía que ya se había ido me di la vuelta para no ir en la misma dirección que ese fantasma. Pero de repente ahí estaba con cara de tristeza y de enfado al mismo tiempo. Di un paso atrás y me tropecé con una raíz de un árbol que sobresalía. Cuando me levanté la mujer ya no estaba. Ya agotado solo se me ocurría una cosa: rezar. Me puse de rodillas y al pronunciar la primera palabra el bosque empezó a temblar y a abrirse el suelo. Una cosa sabía: el bosque estaba encantado. Al anochecer decidí acurrucarme en un árbol y dormir. Cuando desperté me encontré en una camilla de hospital y a mi lado estaba mi madre. Le pregunté qué me había pasado. Me dijo que llevaba en coma dos días que me había caído por las escaleras y me había desmayado yo me alegré al descubrir que todo había sido un mal sueño. Decidí apuntar esta gran aventura en mi diario.

Gabriel Quesada Lobo (2º ESO)

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