Ya hemos hablado otra veces del miedo
al papel en blanco, de esa lucha entre la pluma y el papel. En la escritura creativa es más fácil empezar
si tenemos un disparador, una frase con la que comenzar. En este
caso, venía al pelo, tiramos de la siguiente: "escribió
aquella palabra en la primera hoja del cuaderno". ¿Qué
esconderán nuestros escritores en esa primera página?
PELIGROS EN LA CELDA
Escribió aquella palabra en la primera
hoja del cuaderno. Escribía cuando se aburría en la celda de la
cárcel. Compartía la celda con dos presos que no sabían escribir y
si lo intentaban lo hacían mal. El problema para el ladrón era que
no les conocía de nada. Lo único que sabía de ellos era que eran
hermanos. Los dos hermanos habían acabado en la cárcel por cometer
entre los dos juntos un asesinato. El ladrón se enteró de eso por
el guardia que custodiaba las celdas. Los dos hermanos no eran
habladores, pero otro problema para el ladrón es que sus dos
compañeros le miraban todo el rato con malos ojos. Podía ser que le
miraran así porque a lo mejor a él también le asesinarían.
Ninguna noche podía dormir por miedo a los dos hermanos. Cuando
salía el sol se tranquilizaba y salía al patio de la cárcel
durante una hora y a continuación se dedicaba a excavar para hacer
un túnel y luego su trabajo lo tapaban con un tablón de madera y
luego lo rellenaban de arena por encima del tablón. Un día por la
noche se durmió y al día siguiente los hermanos no estaban.
Juan Gómez Villa (2º ESO)
ESCRITURA TRANSITORIA
Escribió aquella palabra en la primera
página del cuaderno. La escribió hace tiempo. Le había parecido
más importante de lo normal. Era demasiado importante. Le pareció
vivir una ensoñación. No sabía quién la había dicho. No sabía
cuándo la había escrito. Pero aquellas grafías a lápiz le
inspiraban. De hecho sintió que podía respirarlas, que podían o
que habían entrado en su interior. De repente, vio a montones de
personas llorando, tiradas en el suelo. Luego vio un montón de
injusticias, de tiranía. Y luego hubo un destello. E inmediatamente
después aparecieron en su cabeza esas líneas curvas que
significaban algo en él. Hasta que consiguió leerlas. Ponía:
SONRÍE.
Juan Diego Pérez -
Miranda Mata (3º ESO)
NO HAY CURA
Empezó con una palabra, miedo. Era el
miedo a sufrir, a sentir tan grande dolor. Un dolor insoportable que
no tenía comparación. No sabía cuándo volvería a sentir otra vez
ese dolor que provenía de su debilidad, de su maldición, de su
enfermedad.
No tenía remedio, era una enfermedad
incurable. No era mortal pero eso era lo peor. No podía librarse de
aquel horrible sufrimiento. No, lo volvió a sentir.
Entonces se acabó la tint
Borja Luengo (3º ESO)
UNA HISTORIA QUE
CONTARTE
Estaba en mi cuarto pensando qué
podría hacer para matar el tiempo. Se me ocurrieron una serie de
cosas: jugar al balón, construir lego o empezar a escribir en el
diario que me regaló mi tía antes de fallecer.
En el momento en el que iba a empezar a
escribir, oí un grito. Me sobresalté, ya que mi barrio es muy
tranquilo; bajé al salón y miré entre las cortinas para cotillear
un poco, pero la calle estaba desierta. Cuando fui a cruzar la puerta
del ropero para subir las escaleras volví a oír un grito que
provenía del ropero. Lo abrí y me metí un poco para dentro y la
puerta se cerró detrás de mí. Antes de abrirla noté una corriente
en la pared. Empecé a palpar y noté la corriente. Cogí una
palanca, hice presión y descubrí que era una falsa pared. Quería
ir a decírselo a mi madre, pero me di cuenta de que mi
madre trabaja en un hospital de noche. ¡Estaba solo en esta aventura escalofriante!
madre trabaja en un hospital de noche. ¡Estaba solo en esta aventura escalofriante!
Cogí la linterna que guardamos en el
estante de arriba y cuando alumbré el final de las escaleras, una
fuerte brisa me golpeó en la cara y me cegó por el polvo en
suspensión. Ya harto de tanto rollo paranormal me di la vuelta y me
choqué con un muro. Apunté con la linterna y había desaparecido la
salida. Ante ese estrés se rompió un escalón y rodé escaleras
abajo. Me levanté mareado y antes de dar un paso me desmayé.
Al despertar miré a mi alrededor.
Estaba repleto de árboles, me incorporé y vi que era un bosque
denso en el que no se veía la luz del sol. Estaba alucinado y a la
vez asustado. Empecé a andar para encontrar la salida. Oí un ruido
y me escondí detrás de un árbol. Al instante apareció una mujer
transparente, con un vestido, que a la altura de las rodillas ya no
había nada de esa persona. Era como un fantasma. Me escondí para
que no me viera. Cuando creía que ya se había ido me di la vuelta
para no ir en la misma dirección que ese fantasma. Pero de repente
ahí estaba con cara de tristeza y de enfado al mismo tiempo. Di un
paso atrás y me tropecé con una raíz de un árbol que sobresalía.
Cuando me levanté la mujer ya no estaba. Ya agotado solo se me
ocurría una cosa: rezar. Me puse de rodillas y al pronunciar la
primera palabra el bosque empezó a temblar y a abrirse el suelo. Una
cosa sabía: el bosque estaba encantado. Al anochecer decidí
acurrucarme en un árbol y dormir. Cuando desperté me encontré en
una camilla de hospital y a mi lado estaba mi madre. Le pregunté qué
me había pasado. Me dijo que llevaba en coma dos días que me había
caído por las escaleras y me había desmayado yo me alegré al
descubrir que todo había sido un mal sueño. Decidí apuntar esta
gran aventura en mi diario.
Gabriel Quesada Lobo (2º
ESO)
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