domingo, 28 de febrero de 2016

Lo inanimado

Boris Karloff como Frankenstein
El ser humano siempre ha tenido deseos de endiosarse. Poder. Vida eterna. Dar vida. El artista, en todas sus posibles creaciones, usa sus obras para tratar de contentar a las tres. En el caso del escritor, es la pluma la que da poder, la que busca perpetuar la vida y también generarla. Maravillosos personajes son ya inmortales en el colectivo lector, desde Gregorio Samsa hasta El Lazarillo, pasando por Raskólnikov, Úrsula Iguarán o Frankenstein, entre otros cientos. 

Pero no solo de personajes tiene por qué vivir un escritor. ¿Qué pasa con los objetos que nos rodean? Esta semana volamos sobre esta idea, proponiendo que sus historias estén rodeadas de seres inanimados con vida. Juzga con tus propios ojos, pero verdaderamente estos chicos tienen madera de escritor.

EL ESCAPE

En una bolera un hombre gordo estaba a punto de tirar:
– ¡Que viene! – dijo un bolo.
– Esta vez no – pensó  la bola de bolos.
Entonces, cuando estaba a punto de darle a los bolos, saltó y rompió la ventana.
-¡Yupi, lo conseguí! Ahora solo tengo que saber dónde está el baño, pero primero tendré que pasar por el centro comercial – dijo la bola.
Por el camino, sin querer, pisó un chicle.
– Me da que algo se me ha metido en la nariz – dijo la bola.
– O mejor, dicho a alguien – dijo el chicle.
La bola estornudó, se disculpó al chicle y le preguntó dónde estaba el baño. Le dijo que estaba al lado del ascensor y que no había nada o nadie que me pudiera ceder el paso. Finalmente llegó y se tiró por el retrete, y alcanzó alegremente el mar.
Stanislav Yaruchyk



CHORIZO DESCUBRE LA VERDAD

En una pequeña granja de Segovia moraba un joven chorizo. Este provenía de una antigua familia de honrados cerdos de bellota. Un día, mientras descansaba sobre su cuerda, pensó en por qué no había podido tener el privilegio de conocer a su padre. En la escuela le contaron que llegaban al mundo porque una gaviota les llevaba a casa del granjero. Si no, habría aparecido en la botella de vino de la despensa. Pero nunca creyó que sería como lo vio por la ventana: ¡mataban a un gorrino y nacía un indefenso choricito!
Samuel Castellanos



LA HISTORIA DE LOS OBJETOS VIVIENTES

Hola, mi nombre es Gabriel Quesada Lobo y hoy es 6-4-2016, eso quiere decir que hoy cumplo 13 años y va a ser el mejor día de toda mi vida. Me mudé hace 5 meses por la muerte de mi padre y en esta ciudad me hice muy amigo de un banco llamado Braun. Lo conocí en el patio, me senté en él y me gritó diciendo:
– ¡Qué confianzas son esas! Si te quieres sentar utiliza un banco que sirva para ello, no yo, que soy un ser vivo.
Yo le pedí mil disculpas porque era nuevo en la ciudad. Me explicó lo que sucedía y desde ese mismo instante nos hicimos amigos del alma.

Bajé a desayunar y una escoba estaba haciéndome tortitas, pero no me felicitó y le pregunté dónde estaba mi madre y me contó que tenía que irse a trabajar porque había sucedido otro asesinato. Yo, decepcionado, desayuné y me fui al salón y me senté en el sillón  que se levantó del suelo y se dirigió al colegio. Ah, no os lo había dicho: mi chófer es un  sillón de color verde apagado y muy roto. En el colegio nadie me felicitó y yo no sabía por qué, ya que semanas antes lo había dicho unas mil veces. En clase de Lengua mi profesor d. Daniel, que era una pizarra, me dijo que fuera a por una tiza. Yo miré a mi amigo Braun a ver si me miraba para felicitarme, pero no hizo nada. Me levanté de mi pupitre y  me dirigí  a la sala de profesores. Al volver estaban las luces apagadas y las persianas bajadas. Encendí las luces y todo el mundo gritó: "¡felicidades Gabriel!". Allí vi a mi madre, mi amigo Braun y a todos mis amigos.
Gabriel Quesada

EL JABALÍ Y EL COCO

Un coco vivía en una isla donde no solía pasar nadie. Un día pasó por ahí un jabalí y envistió el árbol en el que se situaba. Le dio con tanta fuerza que el coco fue atraído por la gravedad hasta el suelo.
– Lo siento – dijo el jabalí. No vi tu árbol.
– No pasa nada – dije yo.
Y de tanto hablar casi se secó. El jabalí ahora viene siendo su mejor amigo.
Luego se terminó de secar y el jabalí lo cortó por la mitad y se hizo un sombrero.
– Que tontos estos cocos.
Gonzalo Pérez

EL LÁPIZ DEL COLEGIO

Luis tiene que ir hoy a la escuela porque es viernes. Al menos, es el último día de colegio de la semana. Nada más llegar al edificio de ESO se escapa y sube corriendo las escaleras del edificio. Es muy temprano y aún no han entrado los demás compañeros. Quedan diez minutos para que entren todos los niños. Entra en la clase, deja su material de estudio en el casillero, baja la silla de su mesa y se pone a observar la clase vacía. De repente, escucha un ruido en el cajón de la mesa del profesor. El cajón se abre de golpe. El ruido provocado llama la atención de un profesor que está en el despacho. El hombre sale del cuarto y se dirige hacia la puerta de la entrada de la clase de Luis. Se da la vuelta y sigue con su trabajo. Luis echa una ojeada al cajón. Dentro hay un lapicero con patas y brazos. Los órganos miden tres centímetros. Lo coge y piensa que estaría soñando o viendo visiones. Pero no era así. El lapicero se pone a hablar tan alto que Luis lo tiene que meter en el mueble para que no haga ruido. Después lo vuelve a coger y lo tira a la basura.
Juan Gómez Villa
  

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